En 1889, cuando el abogado Pedro Ballester organizó la primera subasta de tierras de su propiedad, recibidas en herencia de la vieja chacra de Miguel Ballester y Flotal, lo acompañaba en la empresa Guillermo Lacroze, experimentado en negocios inmobiliarios y cuyos emprendimientos marchaban junto a la evolución del ferrocarril. La operación incluía la donación de parcelas para una estación de tren y una plaza.
Finalmente, el 26 de octubre de ese año, se realizó el remate de 141 manzanas, situadas entre el Río Reconquista y Pueyrredón y Libertad y las vías del ferrocarril. Por su carácter pionero, muchas veces se ha considerado a esa fecha como la de fundación del pueblo. Por entonces, los rematadores promocionaban el lugar como la «Córdoba chica», por las bondades de su aire puro, «recomendada para los convalecientes por la mayoría de los médicos». Además, de regalo, los compradores de cada lote recibían 1000 ladrillos.
Paulatinamente, comenzó a crecer un poblado rodeado de quintas de hortalizas, explotadas por inmigrantes italianos y varios tambos, donde se destacaba la comunidad vasca. También, aparecieron los primeros hornos de ladrillo, como el de Matías Fiorito. Posteriormente, los inmigrantes alemanes constituyeron algunas de las más importantes empresas locales.
En 1894 llegó el ferrocarril y su influencia quedó reflejada en nuevas instituciones. En 1900 nació el primer club, Sportivo Ballester, y entre 1902 y 1904 varias calles fueron pavimentadas con granito y fue instalado el alumbrado eléctrico. También por entonces abrió sus puertas la parroquia Nuestra Señora de la Merced y la histórica Escuela Nº 3, fundada en San Martín en 1869, se trasladó definitivamente a la zona.
Los loteos continuaron y los interesados se acercaban a los terrenos en el tranvía de Ballester, tirado por caballos e inaugurado en 1912.
En las décadas siguientes aparecieron los primeros periódicos: «El Social», «El Heraldo» y «Reflejos» y la calle Alvear despuntaba, tempranamente, como la más comercial. Eran tiempos en los que las verduras, el pan y la leche se repartían en carros y cuando los vecinos hallaban, en el Bar Suizo, frente a la estación, un lugar de encuentro. También los corsos y carnavales convocaban multitudes en la plaza Mitre, y los cines Majestic y Sarmiento asombraban con la proyección de tres películas continuadas.
Antes que terminara la década se inauguraron dos estaciones: Chilavert, en 1934 y Malaver, cuatro amos más después. En los 40 fue el turno de la Biblioteca Popular Maestra Silva y de la Estación Sanitaria Municipal, habilitada sobre la base de una sala de primeros auxilios. Más adelante comenzaron a funcionar las fábricas textiles y metalúrgicas, varias líneas de colectivos y numerosos establecimientos educativos.
La población creció rápidamente y los servicios se multiplicaron: más asfalto, iluminación a mercurio, los bomberos voluntarios y, en 1970, el Hospital Dr. Enrique Marengo. El sostenido crecimiento motivó, finalmente, que el 30 de mayo de 1983, Villa Ballester fuera promovida a rango de ciudad.